viernes, 4 de abril de 2014

Cómo vencer el miedo escénico.

Había estado lloviendo durante todo el día como si el cielo estuviera tratando de borrar todos nuestros pecados de golpe, en una sola tarde. El agua corría libre lavando las aceras, y la gente andaba deprisa con sus paraguas calados hasta los hombros, chocándose unos con otros en la salida del metro.

Yo miraba nerviosa por la ventanilla como la lluvia se escurría deprisa por el cristal. Llevaba nerviosa todo el día, pero aquél estaba siendo el pico más álgido de excitación: me temblaban las piernas, me temblaba la voz, y lo único que pude hacer fue encogerme un poco más sobre mí misma y fijar la vista en las gotas estrellándose contra el vidrio.
<<El vino no me ha tranquilizado nada>> pensé. <<Quizá debería tomar algo más...>>. Justo en ese instante un recuerdo cruzó mi mente a toda prisa... en las películas siempre se dice que para vencer el miedo a hablar en público hay que imaginarse a la gente desnuda. Sopesé durante un instante si sería buena idea aquella extraña teoría para calmarme un poco, pero cuando te miré ya no llevabas el jersey que tenías puesto hacía un minuto.
<<Es imposible que se lo haya quitado tan rápido... y menos aquí>>. Mi cabeza luchaba para entender como en ese pequeño habitáculo habías tenido tiempo de quitarte una prenda sin que yo me percatase de tal hazaña estando situados a escasos veinte centímetros el uno del otro. ¿O acaso era producto de mi imaginación?


Corrimos deprisa calándonos bajo la tormenta hacia la puerta del local, que ya estaba abarrotado de gente.
 - Nos merecemos una cerveza - dije sacudiéndome el agua mientras te miraba de reojo, y justo en ese instante vi que habían desaparecido tus pantalones. Madre mía.
A nuestro alrededor nadie más parecía percatarse de este detalle, así que, muda por la sorpresa, decidí levantar la vista hasta tus ojos y olvidar que poseías un cuerpo de cintura para abajo.


Los minutos transcurrían y cada vez hacía más y más calor en aquel lugar. Me estaba resultando imposible escuchar la música o tratar de seguir la conversación pues en el momento en el que mi vista se relajaba apartándose de tu cara por un segundo, perdías una prenda. Y esto sucedía todas y cada una de las veces sin poder hacer nada para evitarlo, hasta que, finalmente, no te quedó nada por perder.


Mis pulsaciones iban cada vez más deprisa, y no estaba siendo capaz de pronunciar una palabra seguida de otra. Estabas allí. Desnudo. No había barreras físicas entre tu cuerpo, ese que tanto me había hecho enloquecer otras noches, y mis pupilas dilatadas.
Mi corazón había empezado a bombear tanta cantidad de sangre que creí que va a estallar de un momento a otro dejándome el pecho en zona cero. 
Tenía la boca seca de la excitación, y mirar con lujuria tus ojos verdes hacía que desease con todas mis fuerzas que me hicieses tuya allí mismo, que acabaramos abrazados sobre la barra con nuestros cuerpos convulsionando, presos de un brutal orgasmo...





-¿Estás bien? Tienes las mejillas encendidas... ¿Tienes mucho calor?- Tu voz me trajo de nuevo de vuelta a la realidad. – Sí, estoy muy bien- acerté a decir con voz queda. - Oye, dime una cosa… ¿Tú por qué crees que se dice que para vencer los nervios hay que imaginarse a las gente desnuda?




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