martes, 8 de abril de 2014

REFLEJOS NARANJAS

 





No sé qué horas de la madrugada serán ya, ni cuánto tiempo llevo mirando oscilar la anaranjada llama de la vela que encendimos al irnos a la cama. "Para vernos la cara antes de cerrar los ojos" dijiste prendiendo la mecha. Oigo tu respiración cambiar suavemente a mi lado hasta que el ritmo de tus inhalaciones me indica que acabas de atravesar la línea que separa la vigilia del sueño, que ya has caído en los oníricos dominios de Sandman.


Espero unos segundos y solo entonces, cuando sé que ya no puedes darte cuenta, me atrevo a girarme para observarte. Recorro sin prisa con mi mirada tus rasgos, estudiando todos y cada uno de los detalles, tratando de retenerlos presos en mi memoria hasta que pueda cerrar los ojos y dibujarte a pulso.

Me revuelvo nerviosa en la cama porque siento que estoy invadiendo brutalmente tu intimidad. ¿En qué se diferencia esto de cuando hace un rato me has desnudado y me has empujado contra el colchón para hacer vibrar mis entrañas? Esta vez soy yo quien penetra tu vulnerabilidad con mi mirada, y eso me hace sentir que, literalmente, cometo una atroz violación de la que jamás te vas a percatar. Me debato en una lucha entre la sensación de inmoralidad de profanar tu vigilia con la incapacidad de apartar mis ojos de tu apacible imagen teñida de la fluctuante luz naranja.

 
Me pareces tan irreal que no puedo evitar alargar mis dedos hasta rozar tu rostro, que descansa  ajeno a lo que sucede alrededor. Acaricio tu cabello suavemente divagando de forma distraída acerca de que llevo mucho rato sin poder dormir, a pesar de que me noto muy cansada. Quizá el problema sea que extraño mi cama, mi almohada....
 
Al acercar mis labios para posarlos un segundo en los tuyos me quedo completamente paralizada. Es el instante en el que acabo de entender por qué soy incapaz de dormir. Tengo miedo. Miedo de que las horas pasen veloces sin darme cuenta, de que nos pille la mañana desprevenidos y todo esto, la cama, tu habitación, la llama en la oscuridad, y sobre todo tu cuerpo desnudo bajo las sábanas, se me haga jirones entre los dedos.




La cuenta atrás hacia la cotidianeidad replica en mi cabeza las horas, los minutos, y los segundos que nos quedan hasta que suene el despertador. Me acurruco entre tus brazos presa del pánico y trato de olvidar sin éxito que el tiempo es incapaz de detenerse.


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