jueves, 7 de junio de 2012

MADRUGADA



Llegó de madrugada, y el espejo del ascensor no la miró con cara de derrota esta vez.

Sacó las llaves del bolsillo. '¡Chist!, no hagas ruido, es tarde ya'. 

Él recorrió el pasillo yendo hacia la cama, y ella le siguió contando las prendas que quedaban por el camino. Se tumbó a su lado, y miró sus ojos burbujeantes por el alcohol de la noche. La luz tenue. Hablaron cómplices riendo de las cosas que acababan de vivir juntos, como si no importara nada más que lo que tenían entre esas cuatro paredes.

Los dedos de ella se encontraron acariciando el perfil de la mandíbula, unos labios de los que ya conocía el sabor y, sin embargo, necesitaba probarlos una y otra vez. Él la miró, como si fuera la primera vez que la veía en toda su vida, con esos ojos que podían traspasar su alma.
'Me encanta que estés aquí conmigo', dijo ella sonriendo y sintiendo su piel erizarse a medida que pronunciaba cada palabra.





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