Tras una botella de tequila
Quedábamos a escondidas y yo
siempre te miraba embobada, miraba esos ojos azulesogrises clavados en mí.
¡Qué bonita eres!, me decías. Y me comías a besos detrás de todas las
puertas y delante de todas las barras de los bares de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario