Me revolvía
en la cama perseguida por un mar de pesadillas, gimiendo como un animalillo
herido, agonizante entre las sábanas.
Oí tu voz,
medio dormida, casi irreal, "Helen, tranquila, es una pesadilla, estoy
aquí contigo".
Me abrazaste
por la espalda para calmarme y, aunque tu no lo vieras, yo sonreí mientras
volviamos a caer juntos en el reino de Sandman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario